sábado, 21 de mayo de 2011

Encuentro Inexplicable

Una chica de cabello oscuro caminaba con mucha prisa bajo la lluvia, una tarde de mayo. La primavera hacía que las flores rebosaran de belleza y los pájaros cantaran alegremente, pero ella no notaba nada de esto pues siempre andaba muy apresurada. Casi corría bajo la lluvia cuando notó algo extraño a sus pues, lo pisó sin querer y se detuvo en seco.  Lo que vio la llenó de extrañeza. Era una forma extraña que graciosamente asemejaba una nariz. Lo pasó por alto sin más pensamientos, pero un extraño sentimiento de desequilibrio la hizo volver y observar con más detenimiento lo que sin duda debía ser una nariz de goma. Se paró sobre ella y con toda su concentración vio como las gotas de lluvia caían indiferentes sobre la nariz.
Extendió  su mano tímidamente hasta tocarla con un dedo. Era esponjosa y le dio asco. Levantó la vista para ver quien observaba tan extraña escena. Una mujer de cabello oxigenado pasaba sin advertir la nariz en el piso. Giró la vista hacia el cristal de la heladería abandonada y lo que vio le dio una tremenda impresión. La extraña nariz tenía dueño y ésa dueña era ella. Su rostro estaba centrado por dos huecos comiquísimos para cualquiera que no fuera ella. Horrorizada, tomó su nariz del suelo y llegó corriendo a su destino. Era un apartamento pequeño y lleno de libros que servía de hogar, estudio y refugio del mundo. La chica del cabello oscuro se dirigió al baño con una prisa poco característica del lugar donde se encontraba. Fijó su mirada en el reflejo de su rostro en el espejo. Se veía pálida y le faltaba su nariz, fuera de eso todo parecía estar en orden.
Intentó sin éxito volverse a pegar la nariz a la cara. Empezaba a desesperarse así que se volvió creativa. Primero mojó la nariz, nada sucedió. Luego le puso un poco de pegamento blanco, solo hizo que se pusiera aún más pegajosa. Buscó pegamento más efectivo, pero sin éxito. Fue entonces que decidió ir al hospital, de seguro allí sabrían que hacer. No podía ser la única persona en ésa área en perder súbitamente su nariz. Tenía que haber algún pegamento especial para éste tipo de casos. Ella había escuchado de innumerables casos de personas que perdían dedos o manos y éstos eran eficientemente devueltos a su lugar. Después de ésas reflexiones se armó de valor, se puso una bufanda anaranjada en la cara y salió al hospital más cercano.
Los doctores estaban totalmente sorprendidos e impactados. Nunca en su carrera doctoral habían visto un caso igual. La nariz de una chica de cabello oscuro se había desprendido completamente sin ninguna razón aparente. Era insólito y confuso. Los doctores le hicieron todo tipo de pruebas sin ningún resultado anormal. Parecía que su nariz simplemente se había dejado caer de la cara de la chica sin ningún tipo de consideración ni razón justificable. Los doctores decidieron entonces pegar la nariz quirúrgicamente. No había otra solución. La chica del cabello oscuro estuvo de acuerdo y se puso la cirugía para ésa misma noche, viendo que perder la nariz tenía algún tipo de urgencia en ser atendido.
La chica del cabello oscuro esperó solo un par de horas y pronto se encontró en la mesa de cirugía. Estaba bastante aliviada. Pronto podría regresar a atarearse de un lugar a otro sin ninguna preocupación por su nariz, fuera de la ocasional alergia. La sedaron y todo se volvió oscuro. Varias horas después la chica del cabello oscuro despertó, solo para descubrir que la cirugía había fracasado. Inexplicablemente la nariz no se adhería a la cara de la chica del cabello oscuro, sin importar los varios intentos de los doctores. La chica del cabello oscuro escuchó todo atentamente y sin comentar mucho al respecto. Los doctores se fueron asegurando que intentarían otros métodos, tales como la reconstrucción facial. La chica esperó pacientemente y finalmente estuvo sola en la sala de espera. La bufanda cubría su rostro de modo que nadie notó como las gotas de llanto se deslizaban por sus coloradas mejillas. De repente sintió una mano sobre su hombro. Un chico de cabello rojizo le palmeaba la espalda con mucha delicadeza.
El chico del cabello rojizo le sonrió amablemente. Le explicó como él se había enterado ésa tarde que tenía lupus incurable. Así que la razón por la que lloraba a solas en una sala de espera silenciosamente no le era poco familiar. Él también había sufrido una gran impresión ése día. La chica del cabello oscuro no pudo mas que sentir vergüenza de que un chico que necesitaba muy claramente ser consolado la consolara tan amablemente a ella. Solo le faltaba la nariz, que se había cansado de vivir en su cara, ése chico tenía una enfermedad terrible. Entonces hizo algo muy poco característico de su parte, le invitó una taza de café. El chico aceptó alegremente y esto le valió una sonrisa escondida tras una bufanda por parte de la chica, su nariz se interesó.
Y así pasaron muchos días. La chica del cabello oscuro visitaba el hospital durante ésos días lluviosos de mayo solo para recibir la misma respuesta de los doctores, no había respuesta para su inexplicable pérdida de nariz. Pero a su vez el chico del cabello rojizo la esperaba en la sala de espera para palmear su espalda después de la visita a los doctores y tomar café. Pronto la chica del cabello oscuro olvidó su nariz en el bolsillo de su pantalón y continuó visitando al chico de cabello rojizo en el hospital. Un día inesperado a finales de mayo el chico fue dado de alta del hospital. Seguía muy enfermo pero podía vivir en su casa ya que había mejorado su situación. La chica lo celebró en una fiesta en el hospital. Todos sus compañeros de cuarto estaban contentísimos y cantaban las canciones que muy alegremente salían de las bocinas del radio.
La chica del cabello oscuro y su nariz se armaron de valor y llamaron al chico de cabello rojizo al balcón. Tenían una bonita vista de la ciudad y sus altos edificios. La chica sabía que el chico de cabello rojizo quizá no tomaría bien su falta de nariz. Primero por razones estéticas y segundo por razones de confianza. Él la había consolado todo ése tiempo quizá creyendo que ella estaba peor que él y si conocía la verdadera razón tal vez se sentiría traicionado. Haciendo a un lado todos sus miedos la chica del cabello oscuro se encontró con el chico de cabello rojizo y después de muchas vueltas preparativas dio finalmente en el clavo conversacional. Le tomó la mano y le explicó que le contaría la razón por la que estuvo tanto tiempo acudiendo al hospital. El chico de cabello rojizo hizo una pausa en su pesada confesión y le dijo cuan feliz había sido ésos días que ella estuvo en el hospital. Se sentía con más fuerzas cada momento que estaban juntos sabiendo que ella aún era capaz de sonreír tras su bufanda anaranjada sabiendo que tenía alguna enfermedad grave. El chico de cabello rojizo le aseguró que sin importar su condición él la aceptaría pues había aprendido con ella a amar más allá de la salud de las personas.
La chica del cabello oscuro sintió como su nariz se enternecía  tras las palabras del chico de cabello rojizo y no pudo más que suspirar. Se levantó la bufanda y la dejó caer al suelo. La expresión del chico de cabello rojizo no cambió. Él extendió una mano temerosa a la cara de la chica del cabello oscuro y ella sintió el miedo de antes. El que la hacía caminar rápido de un lado a otro sin ver las flores de primavera ni escuchar los pájaros cantando sus hermosas canciones. Ella huyó del lugar, horrorizando a ésos que posaban sus ojos sobre ella. Sin ningún tipo de advertencia la nariz había abandonado el bolsillo de la chica y se había dejado caer a los pies del chico de cabello rojizo. El chico del cabello rojizo se llenó de tristeza, la chica del cabello oscuro había rechazado su gesto lleno de lupus y enfermedad. Sabía que no podía esperar ser correspondido por una chica tan hermosa como la chica de la bufanda anaranjada y cabello oscuro.
Se dirigía a su cuarto cabizbajo cuando de repente pisó algo esponjoso en el piso. La chica del cabello oscuro había dejado caer su nariz al suelo. De repente sintió todo su amor y miedo. Como si la nariz le dijera exactamente que sentía la chica. Entendió por que la nariz había abandonado su hermoso rostro, la chica de cabello oscuro tenía miedo del mundo y de sentir, sobretodo amor. Se refugiaba en su pequeño apartamento donde leía de distantes e inexistente personas que se arriesgaban a amar y vivir. Las contemplaba como en sueños, conformándose con eso en vez de ir a vivirlo ella misma.
El chico de cabello rojizo comprendió desde lo mas profundo de su ser el miedo de la chica de cabello oscuro. Se sentía igual debido a su incurable enfermedad, siempre esperando ser rechazado por que nunca se recuperaría. El chico del cabello rojizo recogió la bufanda, guardó la nariz en su bolsillo y salió corriendo tras la chica de la oscura cabellera. Su corazón latía muy rápido y ni siquiera se detuvo a pensar. El chico de cabello rojizo llegó a un distante lugar, frente a un pequeño apartamento. Sin saber por qué comenzó a llamar a la chica que había robado su corazón. Gritó como él también tenía miedo de amar, pero que aún así no la iba a dejar de querer ni un poco. Sin importar cuan enfermo estuviese o cuantas partes de la cara ella perdiera él siempre la querría.
La chica de cabello oscuro bajó hasta la calle y se acercó tímidamente al chico del cabello rojizo. Lo abrazó con fuerza y le dijo suavemente que ella también lo quería, sin importar su lupus incurable o su falta de nariz. El chico de cabello rojizo llevó su mano a su bolsillo y lentamente la levantó. Con una mano acarició la mejilla de la chica del cabello oscuro y con la otra suavemente presionaba la nariz contra su cara. Ella finalmente estaba conforme y estaba dispuesta a regresar, había cumplido su misión.
El chico de cabello rojizo le sonrió cariñosamente y con un suspiro le dio unas palmadas a la espalda de la chica del cabello oscuro. Ella lo tomó por el cuello y lo besó con pasión. La nariz estaba feliz de finalmente estar junto a la nariz del chico de la cabellera rojiza. Se acariciaron mutuamente y sobre los labios que bajo ellos se encontraban ellos se prometían el mundo, las estrellas y el más grande e interminable amor.

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