domingo, 11 de marzo de 2012

Wabi Sabi

Mientras leía un haikú de Basho, me tropecé con esta palabra que no había escuchado antes. El haikú dice como sigue, "Sabi es el color de un poema". Al encontrarme con un término tan trascendental, tanto así que según Basho, es el "color" de la poesía misma, tuve que investigarlo. Según Nobleharbor, Wabi Sabi es  "wabi-sabi is the Japanese art of finding beauty in imperfection and profundity in nature, of accepting the natural cycle of growth, decay, and death. It's simple, slow, and uncluttered-and it reveres authenticity above all." o en español viene traduciéndose, wabi-sabi es el arte japonés de encontrar belleza en la imperfección y profundidad en la naturaleza; es aceptar el ciclo natural del crecimiento, decadencia y muerte. Es simple, pausado y despejado, y venera la autenticidad por encima de todo.
Según el maestro artesano jardinero y herbolario Marc Moll i Marquès el wabi-sabi es "El arte wabi sabi, en su calidad  de portavoz artístico del movimiento zen. Se funda en los preceptos de la simplicidad, la humildad, la moderación, la naturalidad, la alegría, la melancolía y el característico elemento de la impermanencia." Ya que todo esto es característico de una vida contemplativa, que era para Aristóteles el único tipo de vida que valía ser vivida, este término es digno de ser recordado. Es la belleza de lo imperfecto y por medio de hallar la belleza de esto se vuelve perfecto ante nuestros ojos. Nuevamente el poema haikú, como diría mi profesor Eugenio Ballou, elimina los elementos binarios a los que estamos acostumbrados.

sábado, 10 de marzo de 2012

Movie To Watch Out For

There are many new fantastic releases you can rent with great stories and here is the trailer for one of them...

Footnote
Eliezer and Uriel Shkolnik are father and son as well as rival professors in Talmudic Studies. When both men learn that Eliezer will be lauded for his work, their complicated relationship reaches a new peak.
Director
Joseph Cedar
Lead Actors
Shlomo Bar-Aba
Lior Ashkenazi


sábado, 21 de mayo de 2011

Encuentro Inexplicable

Una chica de cabello oscuro caminaba con mucha prisa bajo la lluvia, una tarde de mayo. La primavera hacía que las flores rebosaran de belleza y los pájaros cantaran alegremente, pero ella no notaba nada de esto pues siempre andaba muy apresurada. Casi corría bajo la lluvia cuando notó algo extraño a sus pues, lo pisó sin querer y se detuvo en seco.  Lo que vio la llenó de extrañeza. Era una forma extraña que graciosamente asemejaba una nariz. Lo pasó por alto sin más pensamientos, pero un extraño sentimiento de desequilibrio la hizo volver y observar con más detenimiento lo que sin duda debía ser una nariz de goma. Se paró sobre ella y con toda su concentración vio como las gotas de lluvia caían indiferentes sobre la nariz.
Extendió  su mano tímidamente hasta tocarla con un dedo. Era esponjosa y le dio asco. Levantó la vista para ver quien observaba tan extraña escena. Una mujer de cabello oxigenado pasaba sin advertir la nariz en el piso. Giró la vista hacia el cristal de la heladería abandonada y lo que vio le dio una tremenda impresión. La extraña nariz tenía dueño y ésa dueña era ella. Su rostro estaba centrado por dos huecos comiquísimos para cualquiera que no fuera ella. Horrorizada, tomó su nariz del suelo y llegó corriendo a su destino. Era un apartamento pequeño y lleno de libros que servía de hogar, estudio y refugio del mundo. La chica del cabello oscuro se dirigió al baño con una prisa poco característica del lugar donde se encontraba. Fijó su mirada en el reflejo de su rostro en el espejo. Se veía pálida y le faltaba su nariz, fuera de eso todo parecía estar en orden.
Intentó sin éxito volverse a pegar la nariz a la cara. Empezaba a desesperarse así que se volvió creativa. Primero mojó la nariz, nada sucedió. Luego le puso un poco de pegamento blanco, solo hizo que se pusiera aún más pegajosa. Buscó pegamento más efectivo, pero sin éxito. Fue entonces que decidió ir al hospital, de seguro allí sabrían que hacer. No podía ser la única persona en ésa área en perder súbitamente su nariz. Tenía que haber algún pegamento especial para éste tipo de casos. Ella había escuchado de innumerables casos de personas que perdían dedos o manos y éstos eran eficientemente devueltos a su lugar. Después de ésas reflexiones se armó de valor, se puso una bufanda anaranjada en la cara y salió al hospital más cercano.
Los doctores estaban totalmente sorprendidos e impactados. Nunca en su carrera doctoral habían visto un caso igual. La nariz de una chica de cabello oscuro se había desprendido completamente sin ninguna razón aparente. Era insólito y confuso. Los doctores le hicieron todo tipo de pruebas sin ningún resultado anormal. Parecía que su nariz simplemente se había dejado caer de la cara de la chica sin ningún tipo de consideración ni razón justificable. Los doctores decidieron entonces pegar la nariz quirúrgicamente. No había otra solución. La chica del cabello oscuro estuvo de acuerdo y se puso la cirugía para ésa misma noche, viendo que perder la nariz tenía algún tipo de urgencia en ser atendido.
La chica del cabello oscuro esperó solo un par de horas y pronto se encontró en la mesa de cirugía. Estaba bastante aliviada. Pronto podría regresar a atarearse de un lugar a otro sin ninguna preocupación por su nariz, fuera de la ocasional alergia. La sedaron y todo se volvió oscuro. Varias horas después la chica del cabello oscuro despertó, solo para descubrir que la cirugía había fracasado. Inexplicablemente la nariz no se adhería a la cara de la chica del cabello oscuro, sin importar los varios intentos de los doctores. La chica del cabello oscuro escuchó todo atentamente y sin comentar mucho al respecto. Los doctores se fueron asegurando que intentarían otros métodos, tales como la reconstrucción facial. La chica esperó pacientemente y finalmente estuvo sola en la sala de espera. La bufanda cubría su rostro de modo que nadie notó como las gotas de llanto se deslizaban por sus coloradas mejillas. De repente sintió una mano sobre su hombro. Un chico de cabello rojizo le palmeaba la espalda con mucha delicadeza.
El chico del cabello rojizo le sonrió amablemente. Le explicó como él se había enterado ésa tarde que tenía lupus incurable. Así que la razón por la que lloraba a solas en una sala de espera silenciosamente no le era poco familiar. Él también había sufrido una gran impresión ése día. La chica del cabello oscuro no pudo mas que sentir vergüenza de que un chico que necesitaba muy claramente ser consolado la consolara tan amablemente a ella. Solo le faltaba la nariz, que se había cansado de vivir en su cara, ése chico tenía una enfermedad terrible. Entonces hizo algo muy poco característico de su parte, le invitó una taza de café. El chico aceptó alegremente y esto le valió una sonrisa escondida tras una bufanda por parte de la chica, su nariz se interesó.
Y así pasaron muchos días. La chica del cabello oscuro visitaba el hospital durante ésos días lluviosos de mayo solo para recibir la misma respuesta de los doctores, no había respuesta para su inexplicable pérdida de nariz. Pero a su vez el chico del cabello rojizo la esperaba en la sala de espera para palmear su espalda después de la visita a los doctores y tomar café. Pronto la chica del cabello oscuro olvidó su nariz en el bolsillo de su pantalón y continuó visitando al chico de cabello rojizo en el hospital. Un día inesperado a finales de mayo el chico fue dado de alta del hospital. Seguía muy enfermo pero podía vivir en su casa ya que había mejorado su situación. La chica lo celebró en una fiesta en el hospital. Todos sus compañeros de cuarto estaban contentísimos y cantaban las canciones que muy alegremente salían de las bocinas del radio.
La chica del cabello oscuro y su nariz se armaron de valor y llamaron al chico de cabello rojizo al balcón. Tenían una bonita vista de la ciudad y sus altos edificios. La chica sabía que el chico de cabello rojizo quizá no tomaría bien su falta de nariz. Primero por razones estéticas y segundo por razones de confianza. Él la había consolado todo ése tiempo quizá creyendo que ella estaba peor que él y si conocía la verdadera razón tal vez se sentiría traicionado. Haciendo a un lado todos sus miedos la chica del cabello oscuro se encontró con el chico de cabello rojizo y después de muchas vueltas preparativas dio finalmente en el clavo conversacional. Le tomó la mano y le explicó que le contaría la razón por la que estuvo tanto tiempo acudiendo al hospital. El chico de cabello rojizo hizo una pausa en su pesada confesión y le dijo cuan feliz había sido ésos días que ella estuvo en el hospital. Se sentía con más fuerzas cada momento que estaban juntos sabiendo que ella aún era capaz de sonreír tras su bufanda anaranjada sabiendo que tenía alguna enfermedad grave. El chico de cabello rojizo le aseguró que sin importar su condición él la aceptaría pues había aprendido con ella a amar más allá de la salud de las personas.
La chica del cabello oscuro sintió como su nariz se enternecía  tras las palabras del chico de cabello rojizo y no pudo más que suspirar. Se levantó la bufanda y la dejó caer al suelo. La expresión del chico de cabello rojizo no cambió. Él extendió una mano temerosa a la cara de la chica del cabello oscuro y ella sintió el miedo de antes. El que la hacía caminar rápido de un lado a otro sin ver las flores de primavera ni escuchar los pájaros cantando sus hermosas canciones. Ella huyó del lugar, horrorizando a ésos que posaban sus ojos sobre ella. Sin ningún tipo de advertencia la nariz había abandonado el bolsillo de la chica y se había dejado caer a los pies del chico de cabello rojizo. El chico del cabello rojizo se llenó de tristeza, la chica del cabello oscuro había rechazado su gesto lleno de lupus y enfermedad. Sabía que no podía esperar ser correspondido por una chica tan hermosa como la chica de la bufanda anaranjada y cabello oscuro.
Se dirigía a su cuarto cabizbajo cuando de repente pisó algo esponjoso en el piso. La chica del cabello oscuro había dejado caer su nariz al suelo. De repente sintió todo su amor y miedo. Como si la nariz le dijera exactamente que sentía la chica. Entendió por que la nariz había abandonado su hermoso rostro, la chica de cabello oscuro tenía miedo del mundo y de sentir, sobretodo amor. Se refugiaba en su pequeño apartamento donde leía de distantes e inexistente personas que se arriesgaban a amar y vivir. Las contemplaba como en sueños, conformándose con eso en vez de ir a vivirlo ella misma.
El chico de cabello rojizo comprendió desde lo mas profundo de su ser el miedo de la chica de cabello oscuro. Se sentía igual debido a su incurable enfermedad, siempre esperando ser rechazado por que nunca se recuperaría. El chico del cabello rojizo recogió la bufanda, guardó la nariz en su bolsillo y salió corriendo tras la chica de la oscura cabellera. Su corazón latía muy rápido y ni siquiera se detuvo a pensar. El chico de cabello rojizo llegó a un distante lugar, frente a un pequeño apartamento. Sin saber por qué comenzó a llamar a la chica que había robado su corazón. Gritó como él también tenía miedo de amar, pero que aún así no la iba a dejar de querer ni un poco. Sin importar cuan enfermo estuviese o cuantas partes de la cara ella perdiera él siempre la querría.
La chica de cabello oscuro bajó hasta la calle y se acercó tímidamente al chico del cabello rojizo. Lo abrazó con fuerza y le dijo suavemente que ella también lo quería, sin importar su lupus incurable o su falta de nariz. El chico de cabello rojizo llevó su mano a su bolsillo y lentamente la levantó. Con una mano acarició la mejilla de la chica del cabello oscuro y con la otra suavemente presionaba la nariz contra su cara. Ella finalmente estaba conforme y estaba dispuesta a regresar, había cumplido su misión.
El chico de cabello rojizo le sonrió cariñosamente y con un suspiro le dio unas palmadas a la espalda de la chica del cabello oscuro. Ella lo tomó por el cuello y lo besó con pasión. La nariz estaba feliz de finalmente estar junto a la nariz del chico de la cabellera rojiza. Se acariciaron mutuamente y sobre los labios que bajo ellos se encontraban ellos se prometían el mundo, las estrellas y el más grande e interminable amor.

Rojo Sangre, historia de Mura Traun

La chica caminaba distraída por la calle oscura, tampoco la ayudaba todo el alcohol que había tomado en el club. Era de madrugada, pero el sol aun se rehusaba a salir, dejando todo suspendido en una oscuridad imperturbable. La noche estaba tranquila y eterna cuando escuchó el retumbar de unas bocinas que sonaban a todo volumen en un auto que se acercaba por la calle. La chica se dio cuenta que el auto  la seguía. Decidió averiguar que quería el automovilista. La figura bajó la ventanilla del auto y se dirigió a la hermosa mujer solitaria.
-Hola, ¿cómo te llamas?- dijo un hombre joven y guapo de cabello oscuro y ojos claros. Era muy pálido y tenía una sonrisa macabra retorcía sus labios.
-¿Quién quiere saber?- preguntó la mujer con malicia, estas no eran horas para que se fuera con hombres desconocidos. Pero el hombre se recostó de su asiento y la chica pudo ver a una mujer igualmente pálida sonriéndole amablemente.
-Es que es tarde y una chica tan hermosa como tú no debería andar sola a esta hora en una calle tan oscura.
-Acaso eres mi padre, no te importa si ando o no sola, por favor sigue tu camino y déjame en paz.
La chica reanudó la marcha hacia su casa. El hombre avanzó su auto hasta alcanzarla, esta vez la chica no se detuvo así que el hombre continuó siguiéndola.
-Solo queríamos ofrecerte nuestra ayuda. ¿Vives cerca? Mi novia te vio caminando y me pidió que te ofreciera aventón.
-Dile gracias a tu novia pero puedo sola irme sola. Ahora puedes irte.
-Vamos, estás bebida y tus zapatos son altos. En serio, no tienes que preocuparte, no te vamos a hacer daño.- el chico sonrió amablemente, la chica juró que sus ojos se veían brillaron un color intenso por un segundo.
-No es por nada, pero deja de acecharme. Te lo agradezco pero no me interesa.- pensó un poco al respecto y añadió- De todos modos mi novio me está esperando en casa así que no te preocupes.
-Así que tu novio está en casa esperándote…por que no te busca entonces. Una chica tan linda como tú por aquí y tu novio te deja salir a estas horas, sola y vestida así.- el hombre la miró de arriba a abajo con una mirada tan sucia que se sintió desnuda y violada. Traía una blusa blanca muy ajustada y con un gran escote, pantalones negros que parecían pintados, botas de cuero hasta las rodillas con tacones tan altos, que era obra del alcohol el que pudiera caminar tanto con ellos tras una noche de baile. Su cabello era rojo como el fuego, tenía las mejillas cubiertas de pecas y los labios gruesos pintados de un color rojo seductor. Venía lista para arrasar, pero por alguna razón ningún chico la invitó a su casa, estaba frustrada y molesta. Obviamente no había ningún novio esperándola, pero eso no tenía por que saberlo el chico raro que no la dejaba en paz.
-Es cierto y se dará cuenta si no llego pronto y empezará a buscarme, así que ya pueden dejarme tranquila.
-Como quieras niña, pudo haber sido agradable.- el hombre le guiñó el ojo y su novia rió de forma estridente.
Subió la ventanilla y el auto salió disparado por la calle. La muchacha sintió un gran alivio, pensó por un momento que no la dejarían en paz y la seguirían hasta su casa. De haber tenido un novio no importaría, pero no lo tenía y se sentía desprotegida. Apresuró su marcha sin darse cuenta que el auto se había detenido bajo un faro roto, de modo que todo estaba bajo completa oscuridad. Tampoco sabía que habían apagado las luces del auto y la música, para que no supiera que aún estaban allí. Ella caminó bajo el faro roto y se dio cuenta del auto estacionado. Era el mismo que el del chico que la seguía. Su corazón empezó a latir rápido y se llenó de pavor. <<Quizá se les acabó la gasolina>> pensó para tranquilizarse, pero sabía bien que ese no era el caso. Comenzó a correr cuando una figura apareció frente a ella bloqueando su camino, la agarró con fuerza y la abrazó a su cuerpo. Sintió que alguien se acercaba por detrás, intentó gritar pero el sonido se ahogó tras un golpe en la cabeza que la dejó inconciente. El hombre la sostuvo cuando se desmayó y la chica le puso una capucha sobre la cabeza. La llevaron hasta el auto donde la ataron en el asiento trasero. Encendieron las luces y se fueron de allí como si lo hubieran hecho cientos de veces y supieran exactamente que hacer, quizás era así.
La muchacha tardó en despertar, lo primero que notó fue el frío, un frío terrible que le helaba los huesos. Intentó cubrirse pero al moverse sintió un dolor tan inmenso que soltó un alarido espantoso. Abrió los ojos pero estaba oscuro, solo veía la luna que brillaba tímidamente entre las sombras de los árboles. Intentó moverse de nuevo, esta vez despacio pero sus manos y pies estaban atados. Estaba acostada sobre el suelo terroso y húmedo de un bosque, era invierno. Ya casi no sentía las extremidades por el frío. Sentía hojas contra su espalda y algunas rocas que herían sus muslos, se dio cuenta que estaba completamente desnuda y entonces empezó a sentir un terror tan intenso que comenzó a sollozar. Entonces apareció ante ella una sombra.
- Al fin despiertas, comencé a pensar que Filippa te había golpeado fatalmente fuerte.-reconoció la voz de inmediato y su miedo se convirtió en odio mortal. ¿Qué querían con ella? ¿Por qué no la dejaban en paz?
La sombra de la mujer se le acercó y rió nuevamente. Su risa le mandó escalofríos, no sabía si por lo terrible de la risa en sí o por el frío que no la dejaba tranquila.
- ¿Qué quieren? ¡Déjenme ir! No tengo dinero, quédense con mis prendas no me interesan, ¡solo déjenme en paz! No se preocupen por mi, tengo mala memoria para las caras, si me dejan no los denuncio y pretendo que esto nunca pasó. ¡Por favor! ¿Qué les pasa? ¡Por favor!
-No crees que no estás en posición de decirnos qué hacer. Te dijimos que vinieras por las buenas, no hiciste caso. No te preocupes, cuando terminemos contigo no nos vas a recordar nunca. Pero no llores, va a ser divertido, al menos para nosotros.
La chica empezó a llorar desconsoladamente, no podía creer lo que le sucedía. Esto no le podía estar pasando a ella. Estos dementes le podían hacer cualquier cosa y nadie la oiría. Conocía esta área, era un bosque montañoso cerca de su casa, nadie vivía por aquí. Una vez un chico se extravió por el área y nunca lo encontraron. Algo le decía que si no hacía algo pronto se reuniría con ese chico esta misma noche, donde sea que estuviese.
            Lo siguiente que paso fue borroso. Estuvo llena de miedo y sentía un dolor tal que perdía la conciencia entre lapsos. Pero esto no impidió que sintiera lo que le hicieron. Después que la chica rubia le dijera esas cosas le pusieron una tela en la boca, aunque nadie la iba a escuchar de todos modos. La pareja empezó a besarse frenéticamente y comenzaron a tener sexo cerca de ella. Ella gritaba e intentaba soltarse de sus amarras pero eran demasiado fuertes, les cortaban las muñecas y los pies. Parecía que la pareja la había olvidado, hasta que el chico se levantó del suelo completamente desnudo y se acercó a ella. Su corazón quería estallarle en el pecho, no quería que la notaran. Pensaba que si la olvidaban por un tiempo podría desatarse y correr. Pero el hombre caminaba hacia ella decidido, deliberadamente pausado, disfrutando el terror que inundaba los ojos y cerraba la garganta de la muchacha. Llegó a su lado mientras Filippa observaba recostada de lado, disfrutando la escena de su novio acechando a la pobre chica en el suelo. El chico se puso de rodillas junto a la chica y le sonrió cariñosamente, de nuevo pudo ver ese destello es sus ojos. De seguro es el mismo diablo, pensaba para sí desesperadamente. El hombre se le acercó hasta que estuvieron frente a frente y ella sentía su aliento en sus labios. Ese calor hizo que le diera otro escalofrió, el hombre la beso suavemente y ella sintió nauseas. Se acercó a su cuello y con su mano detuvo las contracciones involuntarias de la chica. Parecía que le daba un ataque epiléptico, la aguantó con fuerza y la mordió hasta que comenzó a sangrar de la herida. Ella intentó gritar pero la mordaza extinguía el sonido antes de que se formase con propiedad. Entonces Filippa se levantó emocionada y mordió a la chica en el ceno. El dolor era tal y perdía tanta sangre que se desmayó.
            Regresó en sí para ver que ya la pareja se había apartado de las heridas. Sus bocas estaban decoradas con su sangre. Entonces, cuando la chica pensó que los demonios la matarían y terminarían su tormento el hombre deslizó su pálida mano entre sus muslos y se acercó a sus labios nuevamente. Esta vez el beso no fue suave, la besó con tanta fuerza que la chica se partió el labio contra sus dientes y abrió la boca forzosamente. Esta vez si se escuchó su grito pues le habían quitado la mordaza. El hombre metió su lengua en la boca de la chica y ella sintió el sabor de su propia sangre. La violaron en el suelo, le habían desatado los pies para sus propósitos. La chica ya no sentía nada. Cuando terminaron con ella la pareja continuó retozando a su lado. Ya no le interesaba, el frío y el constante terror la habían drenado, solo quería morir calladamente, dejarse llevar por ese silencioso amigo. Solo quería no tener que volver a despertar. Parecía que habían pasado horas desde que salió del club aquella madrugada de invierno. Eran las tres de la mañana cuando caminaba por la calle.
Cuando finalmente abrió los ojos de nuevo sintió un gran pesar. Aunque estaba oscuro no amanecería hasta las seis y media. No sabía que hora era y su pesadilla aun no había terminado. Sus brazos seguían atados detrás de ella, pero casi no los sentía. Los comenzó a mover para intentar desatarse, entonces sintió que su mano derecha tocaba algo suave y liso. Parecía un cristal de botella. Su corazón empezó a latir rápidamente, pero esta vez de emoción, quizás podría escapar de este infierno. Llevó el vidrio a las amarras en sus muñecas. Comenzó a cortar, era un trabajo lento y doloroso. Después de varios minutos sintió que la soga se partió y la retiró lo más silenciosa que pudo de sus muñecas. ¡Al fin era libre! El hombre se movió donde estaba acostado. La chica escuchó el sonido y se horrorizó. <<¡Justo ahora se tiene que levantar ese maldito!>>, pensó. Intentó quedarse inmóvil. Desde hacía ya bastante tiempo que no sentía el frío cortando su piel desnuda. El hombre llegó hasta ella y el desespero la llevó a abrir sus ojos. Él la miró y le dijo suavemente.
- ¿Todavía viva? Si que aguantas niña, eres la que más a durado, quizás y hasta te haga un favor.
- Solo déjame ir, ya hicieron todo lo que quisieron conmigo.- Su voz se resquebrajó al hablar después de haber gritado tanto.
- Creo que te voy a hacer un favor, ¿quieres vivir?- Se acercó a ella, <<sólo un poco más…>>, pensaba.
- ¡Quiero vivir!- dijo en apenas un susurro audible, él se acercó más.
- Entonces te voy a ayudar.- Él sonrió nuevamente y se acercó lo suficiente a ella. Entonces agarró el vidrio con fuerza y le cortó el cuello, fue tan repentino que el chico no tuvo tiempo de gritar, solo se oía el sonido de la sangre que burbujeaba en su garganta expuesta. Filippa lo escuchó y se levantó. Al ver lo que le pasaba al chico dio un grito espeluznante.
- ¡Marcus! ¡Maldita te voy a descuartizar!- Se abalanzó contra la chica pero ella estaba preparada. La esquivó y se levantó de prisa del suelo. Había perdido mucha sangre así que se mareó de inmediato. Filippa arremetió contra ella con todas sus fuerzas y ambas cayeron al suelo. Filippa comenzó a ahorcarla con sus propias manos y la chica le arañaba la cara  con una mano mientras que con la otra buscaba desesperadamente con qué defenderse. Su mano halló un pedazo de madera, lo tomó y se lo clavó en el pecho con todas las fuerzas que pudo conjurar. Filippa gritó y soltó el cuello de la chica. Esta empezó a toser y buscar aliento. Filippa cayó al suelo y murió a su lado. La chica se levantó, estaba llena de adrenalina. Para su horror Marcus comenzó a levantarse del suelo. Su cuello había sanado. La chica tomó el pedazo de madera y se lo arrancó del pecho a Filippa, entonces con un grito de ira arremetió contra Marcus y le hizo un hueco en el pecho. Siguió clavándolo con la madera hasta que ya no tuvo más fuerzas. Entonces sus ojos se llenaron de lágrimas, ellos ya no volverían a hacerle daño. Se levantó y llegó al cuerpo inmóvil de Filippa, le sacó los zapatos y recogió su ropa del suelo. Se la puso, hacía demasiado frío y tenía que salir de allí. Comenzó a amanecer cuando finalmente salió del bosque. Caminó hasta la parada de autobús más cercana ya que el carro de Marcus no apareció por ningún lado y la chaqueta de Filippa tenía algo de dinero. En la parada esperaba el primer autobús del día y el conductor estaba dormitando en el asiento. Ella golpeó la puerta con su mano izquierda hasta despertar al conductor. Éste, sobresaltado, pegó un grito al verla. Tenía la cara llena de sangre y moretones violetas que sobresalían de forma grotesca en su piel pálida. Su despeinado cabello estaba lleno de tierra y hojas, parecía salida de una película de terror. Contra su propio buen juicio el conductor abrió la puerta y la chica entró, depositó el dinero y se sentó en el lugar mas apartado del autobús. Se dirigió a la estación de policía. Estaba en piloto automático. Se sentía como si su cuerpo se moviera solo ya que su horror había sido tanto que estaba en un estado de shock. En la estación de policía le relató al joven oficial que atendió su querella todo lo que sucedió como si estuviera ausente en sí misma. Le dijo todo, incluso donde estaban los cuerpos, sus nombres y lo que le habían hecho. El hombre escuchó horrorizado, pero la chica nunca supo si era por su historia o por el hecho de que los había matado y se lo contaba con tanta tranquilidad.
Ya no le quedaban lágrimas ni miedo. Estaba en un estado de ausencia total, no sentía nada. El oficial le preguntó su nombre, Mura Traun Badillo, se excusó y salió de la habitación un momento. <<Quizás ésta no fue la mejor idea>>, pensó para sí. Se levantó y abrió la puerta, quizás no notarían su ausencia cuando se marchase. Entonces escuchó al oficial que la había entrevistado hablando con uno de voz grave.
- ¿Estas seguro que lo vio todo?-  preguntaba la voz grave.
- Si, estoy seguro. Eran Filippa y Marcus. Ella los mató, los atravesó con una estaca. Lo sabe, no podemos dejarla salir, si su historia se sabe nos delatará a todos.
- No creo que nos cause problemas pero, deshazte de ella, de todos modos sabe demasiado. No quiero que nos comprometa a todos con la información que posee. Hay que mandar a un equipo al bosque a quemar los cuerpos. Por lo menos no ha contado nada a nadie más. En ese respecto estamos bien pero no puede permanecer viva para contar el cuento. ¿Entendiste?
- ¡Si sargento! La voy a llevar a la sala de interrogatorio y me deshago de ella.
Mura no escuchó nada más, salió de la comisaría silenciosamente por la parte de atrás. El oficial regreso a la oficina con un café en las manos pero lo dejó caer al darse cuenta que Mura Traun ya no estaba allí.

lunes, 11 de abril de 2011

Obediah and the Old Hag

Obediah and the Old Hag

Obediah was about to become a man, he was almost fifteen. Later that day there would be a celebration in his village. His tribe leader would make a huge fire and the witch doctor would bless his coming of age. I he was lucky he would even be able to find himself a wife. But that would only happen if he proved himself worthy. He was planning to, he had a plan. He would steal a Soucouyant’s skin. The old hag wouldn’t have a chance. Obediah sat around the fireplace, his whole family watched as the dancers moved their bodies to the rhythm of the drums. Obediah felt the beat in his skin and felt the crackling fire warm his skin. He felt invincible, indestructible and he the unlucky Soucouyant would regret ever sucking one drop of blood.
Obediah danced and laughed, he stumbled after drinking the ceremonial rum, and sang the traditional songs. The whole village rejoiced and felt happy for Obediah but as midnight grew closer so did the calmness and stillness of what was to come. The village witch doctor sat in the log of wood facing the bonfire. He looked expectantly at Obediah, signaling him to come forward. Everyone remained silent. Obediah stood up with his back straight and his stride true. He sat in front of the witch doctor and he asked in a very serious tone, “What task have you chosen Obediah? Remember to choose wisely, do not go to far but do not disrespect your own strength.” Obediah looked at the night sky, he could almost hear in his mind the terrible screech of the old hag, it was a distant memory but the sound was very vivid to him. He sat in silence for a moment and answered in an equally grave voice “I will hunt a Soucouyant, I will find her skin, I will salt it and I shall burn her.”
Everyone remained in stunned silence. His mother gasped as she heard his words, but even worse, his unyielding determination. She knew she would not be able to convince him otherwise. Obediah was brave and true, but he was also very hot tempered and obstinate. That very night the witch doctor warned him unnecessarily about the risks, Obediah knew them already. He would have to go to the forest, and it would have to be immediately, that was the tribal way. Obediah didn’t waste any time, he had everything prepared in a sack. He ran toward his house and put the sack across his shoulders. He asked for his mother’s blessing and that she gave, but she didn’t allow herself to cry.
He walked with the tribe members all the way to the edge of the forest, they could not go any further from then on he would be alone. He knew this but he was ready. He had prepared himself for this day since he was small. Always thinking of how he could be able to accomplish such a task, but he had an iron determination nothing would deter it. He walked for several hours, until he was very deep in the forest yet only the moon was lighting his way between the rainforest trees. The sounds of the rainforest reverberated in his mind, and he started to feel scared.
He was looking for a ball of fire, just after the last hour before dawn. He strained his ears to pick up the terrible screech of the hag but the forest remained silent in that aspect. He kept walking in the near total darkness and a faint mist started to cloud his already bad view. The mist gave the forest an eerie feeling of restlessness. He searched hard, he couldn’t give up. Minutes passed and he stayed silent, he didn’t want to betray his presence in the ancestral forest. Suddenly in between two large trees appeared a shadow. The shadow came closer to him, it wasn’t an animal he was sure. It had a human figure but he couldn’t tell for sure. The shadow grew closer and he stopped breathing. Something was terribly wrong. The figure had a woman’s dress and a large brimmed hat. But even if he could tell the color of the skirts the thing was wearing a shadow remained around her face. He squinted his eyes but the shadow was like a piece of night, impenetrable.
The woman or thing came ever so close; Obediah could hear her ragged breathing, and the foul smell of her breath. The woman was standing in front of him but he was paralyzed, he couldn’t move, he was terrified. The woman looked at him without eyes and he felt that she was looking at him with some sort of power. He started to tremble and the thing made a horrible sound that would have passed for a sneer. Then he made up his mind, hi threw the sack at the things face and before he could have time to feel scared he started to run. He ran for his life, he ran and ran until his legs were filled with lactic acid, he ran until his legs burned. He wasn’t breathing anymore, he was hyperventilating. His lungs were on fire, but when he looked behind him he couldn’t see the woman.
A wave of relief washed over him as he realized he may have escaped. But he still had something to do, he couldn’t return home until he found the Soucouyant so now he had a brand new determination. He needed to get out of there and the only way was by killing that thing, that creature that had taken away his little brother and uncle in the night the monster that plagued his nightmares, the ball of fire straight from hell, the bloodsucking devil. He would find her and kill her, he would not fail.
There was a little shack beyond a little river. He crossed it without much problem and carefully got close to the shack. It looked abandoned and shabby. It was dirty and a section of it had collapsed. He walked silently; there was a rustling sound inside. He wanted to see what it was. He drew nearer and nearer to a little window. He could see a small light flicker in the only room. He got closer and raised himself to see. There was another rustle but now he could see it was only a rat meddling with a piece of clothe in front of a candle. He looked closer at the clothing, it was a strange shade of brown, it almost looked like skin. He was baffled at his own imagination. Something moved behind him, but it was only the wind whispering with the trees secrets he couldn’t understand. He looked inside the shack again but the longer he stared at the clothing the more it looked like skin. He decided to enter the little building. It was dirty and smelled horrible. It was the nauseating smell of rotting flesh, of fish and trash. It was the smell of sickness and death. He gagged with disgust but walked on, getting closer to the clothing.
He took the candle and put it close to the thing in the floor. It had a strange texture, like brown leather but ragged and old. He looked closer and he could see the fat layers, it was definitely skin, but was it the Soucouyant’s? He didn’t wait to find out, he no longer had the sack but he did have salt in his pockets. He took a handful and dropped it on the skin. It sizzled and crackled as if it were roasting, he the lit it on fire with the candle. It made an awful smell of burning flesh. Then the most heart stopping sound broke the almost complete silence. It was a scream he would never forget.
A ball of fire appeared in the doorway and he could see it had a face, and enormous eyes filled with hate.  The Soucouyant smiled a wicked smile at Obediah then jumped at him. He could feel his skin burning as the Soucouyant touched and scratched him. She was like an animal. But he took her by fire covered arms and threw her at the floor. The Soucouyant leaped and went for his throat but he was ready for her. He pushed her with all his might to the wall and she crashed against it. He took her skin and ran for it. He held it close and saw in between glances how the shack fell to pieces on top of the Soucouyant. She no longer had skin to return to so it would take her some time to recover from that blow. With a shudder the whole shack collapsed and it started to burn. He didn’t have the chance to see anything else before he was to far away and the mist covered everything. He didn’t care either. This had been the most terrifying experience he had had. But he wasn’t scared, he was eager. He could see the bonfire not many miles away. He kept running toward his house but not before he heard a hiss, like a warning and it said “This isn’t over yet, I will find you and you will regret it…” He shuddered as he heard this but quickly told himself this was just an illusion. So he was greeted by his family and an even bigger party was thrown in his honor but this time because he had proved himself a man.

The end…or is it?
  

jueves, 24 de marzo de 2011

Haikús de la Ciudad

Reafirmación

 Poema escrito entre un grupo de cuatro estudiantes entre los cuales me encuentro de dos escuelas, San Ignacio y UHS...aquí participamos Sucry, Elenice López, Saki y yo. Los poemas que produjimos en la clase tratan la poesía urbana y como nosotros somos una manifestación de la ciudad, por ende escribimos sobre nuestro espacio en ella. Espero que les guste, es un trabajo colaborativo y trabajamos arduamente en el poema.

Reafirmación

Soy
el que yace en las calles
y se alimenta de sueños
el que sufre en silencio
por no arruinar el paisaje

Eres
la que por sobrevivir
 con un extraño
ahoga su inocencia
entre sábanas frías

Somos
las luces, el ruido
 el viento
que trae el ruido del tapón
retumba en los edificios
siempre con prisa, nunca termina

Soy
la esperanza que late
el futuro incierto 
el puertorriqueño que busca
moverse, echar pa' lante
el lienzo que pinta el progreso
mis palabras son arte.

Soy él, soy ella
soy todos
Somos la ciudad

Por:
Sucry
Jazmín
Elenice
Saki